lunes, 22 de julio de 2013

Pablo, Apóstol de los Gentiles, HOY

“Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo” (Flp 3,7-8).

Desde entonces era un hombre verdaderamente nuevo y totalmente movido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio con poder. Saúl desde ahora se llamará con el nombre romano: Pablo.  El por su parte nunca descansó de sus labores. Predicación, escritos y fundaciones de iglesias, sus largos y múltiples viajes por tierra y mar (al menos cuatro viajes apostólicos), tan repletos de aventuras, podrán ser seguidos por cualquiera que lea cuidadosamente las cartas del Nuevo Testamento. No podemos estar seguros si las cartas y evidencia que han llegado hasta nosotros contienen todas las actividades de San Pablo. Él mismo nos dice que fue apedreado, azotado, naufragó tres veces, aguantó hambre y sed, noches sin descanso, peligros y dificultades. Fue preso y, además de estas pruebas físicas, sufrió muchos desacuerdos y casi constantes conflictos los cuales soportó con gran entusiasmo por Cristo, por las muchas y dispersas comunidades cristianas.

Tuvo una educación natural mucho mayor que los humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de Cristo. Decimos “educación natural” porque los otros apóstoles tuvieron al mismo Jesús de maestro recibiendo así una educación divina. Esta también la recibió San Pablo por gracia de la revelación. Siendo docto tanto en la sabiduría humana como en la divina, Pablo fue capaz de enseñar que la sabiduría humana es nada en comparación con la divina: 

“Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría.” Rm 12,16.

“A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de Jesucristo: revelación de un Misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente, por la Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de la fe, a Dios, el único sabio, por Jesucristo, ¡a él la gloria por los siglos de los siglos! Amén.” Rm 16,25-27

En su nueva vida el Señor lo envió lejos, a predicarles a los gentiles. Su prédica se hizo sentir incluso en el Areópago de Atenas a donde encontró, entre los monumentos sagrados, un altar con la inscripción “Al Dios desconocido”  y referido a esto le dijo a los sabios griegos que sobre “lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles” (Hch 17, 22).

La vida nueva del cristiano: El creyente es un hombre en busca de "un conocimiento". “Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses. Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que Él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo?” (Gal 4, 8-9).

El Apóstol presenta ese conocimiento como el fin y el objeto de la renovación de todo bautizado, aquello a lo cual tiende. En otros términos, ese conocimiento es lo que da una orientación, un sentido a su vida de creyente. El cristiano es introducido en una novedad de vida a la que debe conformar su obrar, su conducta.

Es así que el evangelio de Pablo, su predicación, es la del Crucificado resucitado, que en su muerte y resurrección nos salva; la del Hijo de Dios constituido por la resurrección; la del Nuevo Adán, principio de la nueva humanidad; la de Cristo, Espíritu vivificante, ser fuente que se realiza comunicando nueva vida a la humanidad.

Pablo predica que por el bautismo participamos realmente de la muerte y resurrección de Cristo y nos hacemos beneficiarios de los frutos de la resurrección: un vencimiento definitivo del pecado y la muerte y una vida nueva de hijos del Padre para construir en comunidad el Reino de Dios.

Pablo hoy: una tarea pendiente



El Beato Alberione, al escoger a san Pablo como inspirador de su obra apostólica, recoge algunas enseñanzas que continúan presentes:

* Pablo es el perfecto interprete de Cristo, Maestro divino, que ha unido en sí mismo la santidad y la misión.

* Como incansable caminante del Evangelio, es el modelo del comunicador del Evangelio, a cuyo servicio puso todos los medios a su disposición: las cartas, el correo, las rutas del imperio romano, la capacidad de relacionarse con hombres y mujeres de pueblos y culturas diversas, urgido por la pasión por la Palabra salvadora.


* Sobre todo lo fascinaba la personalidad de Pablo: su madurez, su vida interior, siempre lanzado hacia delante, porque lo que queda por hacer, es mucho más que lo ya realizado.

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