“Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado
una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la
sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas
las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo” (Flp 3,7-8).
Desde entonces era un hombre verdaderamente nuevo y
totalmente movido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio con poder.
Saúl desde ahora se llamará con el nombre romano: Pablo. El por su parte nunca descansó de sus
labores. Predicación, escritos y fundaciones de iglesias, sus largos y
múltiples viajes por tierra y mar (al menos cuatro viajes apostólicos), tan
repletos de aventuras, podrán ser seguidos por cualquiera que lea
cuidadosamente las cartas del Nuevo Testamento. No podemos estar seguros si las
cartas y evidencia que han llegado hasta nosotros contienen todas las
actividades de San Pablo. Él mismo nos dice que fue apedreado, azotado,
naufragó tres veces, aguantó hambre y sed, noches sin descanso, peligros y
dificultades. Fue preso y, además de estas pruebas físicas, sufrió muchos
desacuerdos y casi constantes conflictos los cuales soportó con gran entusiasmo
por Cristo, por las muchas y dispersas comunidades cristianas.
Tuvo una educación natural mucho mayor que los
humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de Cristo. Decimos “educación
natural” porque los otros apóstoles tuvieron al mismo Jesús de maestro
recibiendo así una educación divina. Esta también la recibió San Pablo por
gracia de la revelación. Siendo docto tanto en la sabiduría humana como en la
divina, Pablo fue capaz de enseñar que la sabiduría humana es nada en
comparación con la divina:
“Tened un mismo sentir los unos para con los otros;
sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os
complazcáis en vuestra propia sabiduría.” Rm 12,16.
“A Aquel que puede consolidaros conforme al
Evangelio mío y la predicación de Jesucristo: revelación de un Misterio
mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente, por
la Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer
a todos los gentiles para obediencia de la fe, a Dios, el único sabio, por
Jesucristo, ¡a él la gloria por los siglos de los siglos! Amén.” Rm 16,25-27
En su nueva vida el Señor lo envió lejos, a
predicarles a los gentiles. Su prédica se hizo sentir incluso en el Areópago de
Atenas a donde encontró, entre los monumentos sagrados, un altar con la
inscripción “Al Dios desconocido” y
referido a esto le dijo a los sabios griegos que sobre “lo que ustedes adoran
sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles” (Hch 17, 22).
La vida nueva
del cristiano: El creyente es un hombre en busca de "un
conocimiento". “Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais
a los que en realidad no son dioses. Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o
mejor, que Él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni
valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo?” (Gal 4, 8-9).
El Apóstol presenta ese conocimiento como el fin y
el objeto de la renovación de todo bautizado, aquello a lo cual tiende. En
otros términos, ese conocimiento es lo que da una orientación, un sentido a su
vida de creyente. El cristiano es introducido en una novedad de vida a la que
debe conformar su obrar, su conducta.
Es así que el evangelio de Pablo, su predicación,
es la del Crucificado resucitado, que en su muerte y resurrección nos salva; la
del Hijo de Dios constituido por la resurrección; la del Nuevo Adán, principio
de la nueva humanidad; la de Cristo, Espíritu vivificante, ser fuente que se
realiza comunicando nueva vida a la humanidad.
Pablo predica que por el bautismo participamos
realmente de la muerte y resurrección de Cristo y nos hacemos beneficiarios de
los frutos de la resurrección: un vencimiento definitivo del pecado y la muerte
y una vida nueva de hijos del Padre para construir en comunidad el Reino de
Dios.
Pablo
hoy: una tarea pendiente
El Beato Alberione, al escoger a san Pablo como
inspirador de su obra apostólica, recoge algunas enseñanzas que continúan
presentes:
* Pablo es el perfecto interprete de Cristo,
Maestro divino, que ha unido en sí mismo la santidad y la misión.
* Como incansable caminante del Evangelio, es el
modelo del comunicador del Evangelio, a cuyo servicio puso todos los medios a
su disposición: las cartas, el correo, las rutas del imperio romano, la
capacidad de relacionarse con hombres y mujeres de pueblos y culturas diversas,
urgido por la pasión por la Palabra salvadora.
* Sobre todo lo fascinaba la personalidad de Pablo:
su madurez, su vida interior, siempre lanzado hacia delante, porque lo que
queda por hacer, es mucho más que lo ya realizado.
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