miércoles, 26 de junio de 2013

LAS EPÍSTOLAS PAULINAS

LAS EPÍSTOLAS PAULINAS


Las cartas auténticas

Son un conjunto de escritos neotestamentarios conformado por las siguientes obras:

Ø  la Primera epístola a los tesalonicenses
Ø  la Epístola a los filipenses
Ø  la Primera epístola a los corintios
Ø  la Segunda epístola a los corintios
Ø  la Epístola a los gálatas
Ø  la Epístola a Filemón
Ø  la Epístola a los romanos






Este corpus de epístolas auténticas es único en más de un sentido:
Porque se conoce a ciencia cierta su autor, y su autenticidad resulta reconocida ampliamente desde el análisis científico-literario actual.
Porque su fecha de redacción es la más antigua de los libros del Nuevo Testamento, apenas 20-25 años posterior a la muerte de Jesús de Nazaret, y probablemente anterior incluso a la de los evangelios en su versión definitiva conocida hoy, por lo que constituyen documentación de carácter capital en cualquier análisis sobre los inicios del cristianismo.
Porque ninguna otra personalidad del Nuevo Testamento se conoce a nivel semejante a través de sus escritos.
Aunque las cartas tuvieron por función inmediata abordar problemas resultantes de situaciones concretas, es muy verosímil que las comunidades a las cuales estas cartas estuvieron dirigidas las hayan atesorado, y que prontamente las compartieran con otras comunidades paulinas.

Así, resulta altamente probable que hacia fines del siglo I estos escritos ya existieran como corpus, resultante del trabajo de una escuela paulina que recopiló sus cartas para conformar el legado escrito del Apóstol.

Las epístolas pseudoepigráficas

Existe, además de las cartas de Pablo, un conjunto de escritos epistolares que se presentan como suyos pero que la crítica moderna, conocedora del fenómeno de la pseudoepigrafía típico de las obras antiguas orientales y griegas, atribuye a diferentes autores asociados con Pablo.
Se trata de las siguientes obras:

Ø  la Segunda epístola a los tesalonicenses
Ø  la Epístola a los colosenses
Ø  la Epístola a los efesios
Ø  la Primera epístola a Timoteo
Ø  la Segunda epístola a Timoteo
Ø  la Epístola a Tito

El hecho de que se sugiera que estos escritos canónicos son pseudoepigráficos o deuteropaulinos, lejos de quitarle notoriedad al Apóstol la incrementaron, porque significa que una «escuela», quizá ya establecida en torno al mismo Pablo y depositaria de su legado, recurrió a la autoridad del Apóstol para validar sus escritos.
Datación de las cartas

La nomenclatura corriente entre el epistolario paulino es la siguiente, seguida de la cronología aproximativa en su redacción:


a)  Cartas iníciales:
1 Tesalonicenses
año 50
2 Tesalonicenses
año 51
Filipenses
año 52
b)  Grandes cartas:                  
1 Corintios
año 56
2 Corintios
año 57
Gálatas
año 57
Romanos
año 58
c)  Cartas de la cautividad:
Colosenses
año 60
Efesios
año 61
Filemón
año 62
d)  Cartas pastorales:
1 Timoteo
año 65
Tito
año 66
Timoteo
año 67




El orden de las cartas de San Pablo en el Nuevo Testamento es simplemente un orden de longitud, de número de capítulos. Se inicia con la carta a los Romanos (16 capítulos.) y se termina con la de Filemón (1 solo capítulo). La datación de la carta a los Filipenses es discutida: hay quien la coloca en el año 53, y quien la incluye dentro del grupo de la cautividad, y sería de los años 61-62.

San Pablo no se propuso, en principio, escribir un cuerpo epistolar que contuviera su doctrina o sus enseñanzas. Él iba predicando incansablemente el misterio de Cristo y sólo en determinadas circunstancias se decidió a escribir algunas cartas para resolver algún problema, para responder a algunas preguntas que le hacían o para dilucidar cuestiones en el decurso de su apostolado, para aclarar puntos conflictivos o para alentar e instruir comunidades o discípulos en momentos determinados.

La importancia de estas cartas se captó inmediatamente entre la comunidad cristiana, tanto que eran consideradas superiores a la misma palabra del Apóstol (2Co 10, 10) y no siempre fáciles en su lectura: San Pedro confesará que en las cartas de Pablo hay "algunos puntos de difícil inteligencia" (2 Pe 3, 15-16).

Como era el uso en aquel tiempo, Pablo se servía normalmente de un amanuense que escribía el texto de la carta al dictado de Pablo. Conocemos incluso el nombre de uno de éstos. Tercio, que escribió la carta a los Romanos. En otras ocasiones Pablo escribía hacia el final algunas frases o palabras de su propia mano (Gál 6, 11) y naturalmente, terminada la carta, extendía su firma autógrafa. Pablo era consciente del valor de sus escritos y por esto quería que fuesen leídos, no solamente por sus destinatarios sino también por otras Iglesias (1 Tes 5, 27; Col 4, 16).
Algunas cartas de Pablo parece se hayan perdido. Tenemos el testimonio del mismo Apóstol que habla de ellas: por ejemplo una carta, llamada "de las lágrimas" escrita a los Corintios. "Les escribí en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas" (2 Cor 2, 4). Otra carta, enviada a los cristianos de Laodicea, en Asia Menor: "Una vez que hayan leído esta carta entre ustedes, procuren que sea también leída en la Iglesia de Laodicea. Y por su parte, lean también ustedes la que les venga de Laodicea" (Col 4, 16-17). Parece que estas cartas se hayan luego agrupado en otros escritos de Pablo, por ejemplo "la carta de las lágrimas" en la segunda carta a los Corintios, o que la misma carta a los Efesios fuese la carta a los Laodicenses, como una carta pastoral escrita a diversas comunidades.

Tanto los evangelios como las cartas de San Pablo son los documentos más importantes del Nuevo Testamento. Gráficamente podríamos decir que los evangelios narran e interpretan la vida de Jesús desde su anunciación y nacimiento hasta su muerte y resurrección. La muerte y resurrección son la meta y el punto culminante histórico y teológico del misterio de Cristo.



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