VIAJES PAULINOS
A
partir del año 46 comienzan los tres grandes viajes misioneros de Pablo, que el
revisionismo moderno interpreta se iniciaron con anterioridad, después del año
37. Los tres viajes son en realidad una clasificación con fines didácticos.
Pablo hacía generalmente sus viajes a pie (2 Co 11:26). El
esfuerzo realizado por Pablo de Tarso en sus viajes es digno de mención. Si se
cuenta únicamente el número de kilómetros de los tres viajes por Asia Menor, se
puede dar el siguiente resultado, según Josef Holzner
A lo anterior habría que añadir los viajes por tierras de
Europa y por mar, los caminos difíciles, las diferencias de altitud, etc. De
una forma muy vívida, Pablo mismo describió en el pasaje siguiente lo que estos
viajes implicaron:
En peligros de muerte he estado muchas veces. Cinco veces
recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con
varas; una vez fui apedreado; tres veces padecí naufragio; un día y una noche
pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de
salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en
la ciudad; peligros en despoblado; peligros en el mar; peligros entre falsos
hermanos; trabajos y fatigas; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed;
muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi
responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién
desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?
En efecto, como viajero desprotegido de toda escolta, sería
víctima fácil de bandidos, en particular en zonas rurales poco frecuentadas.
Los viajes marítimos no eran más seguros: los vientos podían ser de ayuda proa
al este, pero era peligroso poner rumbo a poniente y los naufragios eran
frecuentes en cualquier sentido. Aún en las grandes ciudades greco-romanas como
Éfeso, Pablo no dejaba de ser un judío, posiblemente con un zurrón al hombro,
queriendo cuestionar toda la cultura en nombre de quien había sido considerado
un criminal crucificado. Ni aun los “suyos” (los de su “clase”, “raza” o “estirpe”,
es decir, los judíos) dejaban de sancionarlo. Finalmente, su labor ni siquiera
finalizaba luego de predicar el evangelio de Jesucristo o conformar una
comunidad.
El teólogo protestante alemán Gustav Adolf Deissmann
enfatizó el punto al comentar que sentía “indecible admiración” a vista del
esfuerzo puramente físico de Pablo, que con toda razón podía decir de sí mismo
que “azotaba su cuerpo y lo domaba como a un esclavo” (1Co 9:27).
Primer
viaje
Enviados por la Iglesia antioquena, Bernabé y Pablo
partieron en el primer viaje misional (Hch 13-14), acompañados por Juan Marcos,
primo de Bernabé que oficiaba de auxiliar. Del relato surge que Bernabé habría
dirigido la misión en sus inicios. Zarparon de Seleucia, puerto de Antioquía
ubicado a 25 km de la ciudad, hacia la isla de Chipre, patria de Bernabé (Hch
4:36). Atravesaron la isla desde Salamina en la costa oriental de Chipre, hasta
Pafos en la costa occidental.
En Pafos, Pablo logró un converso ilustre en la persona del
procónsul romano Sergio Paulo (Hch 13:7-12). En su séquito se hallaba el mago
Elimas, que procuró apartar al procónsul de la fe. Pablo lo llamó “repleto de
todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo y enemigo de toda justicia”, y
dejó a Elimas ciego. Viendo lo ocurrido, el procónsul creyó. Desde Pafos los
misioneros navegaron hacia Perge, en la región de Panfilia, en la costa sur del
Asia Menor central. Es aquí donde el relato de los Hechos de los Apóstoles
comienza a llamar a Saulo con su nombre romano Pablo, quien en adelante
encabeza la misión. En esta etapa los dejó Juan Marcos para regresar a
Jerusalén, con gran disgusto de Pablo como se indica más adelante (Hch 15:38).
Pablo y Bernabé continuaron viaje tierra adentro, hacia la
Anatolia centro-meridional, tocando las ciudades del sur de Galacia: Antioquía
de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe. La norma constante en Pablo, tal como la
presenta los Hechos, era la de predicar primero a los judíos a quienes suponía
más preparados para recibir el mensaje. El relato de los Hechos muestra también
la oposición activa que hacían «los de su raza» al anuncio evangélico. Ante la
resistencia abierta que le opusieron manifestó su intención de dirigirse en
adelante a los gentiles (Hch 14:48-50). Los paganos comenzaron a acogerlo
gozosamente. Pablo y Bernabé deshicieron el camino desde Derbe, por Listra,
Iconio y Antioquía de Pisidia, hasta Perge; embarcaron en Atalía con dirección
a Antioquía de Siria, donde Pablo pasó algún tiempo con los cristianos (Hch
14:28).
Si bien las epístolas auténticas de Pablo no brindan ninguna
información sobre este primer viaje, mencionan en cambio que predicó a los
gentiles con antelación al concilio de Jerusalén y que sufrió una lapidación,
la cual tendría correspondencia con la que padeció en Listra, según los Hechos.
Segundo
viaje
En el segundo viaje misionero Pablo se hizo acompañar por
Silas. Partieron de Antioquia y, atravesando las tierras de Siria y Cilicia,
alcanzaron Derbe y Listra, ciudades del sur de Galacia. En Listra se les unió
Timoteo (Hch 16:1-3). Luego, a través de Frigia, se encaminó hacia el norte de
Galacia, donde fundó nuevas comunidades. Por la Epístola a los gálatas se sabe
que Pablo enfermó mientras atravesaba Galacia y que, durante esa estadía no
planificada, gracias a su predicación surgieron allí las comunidades gálatas (Ga
4:13-20). No pudiendo proseguir hacia Bitinia, partió de Galacia hacia Misia y
Tróade, donde se presume se le unió Lucas.
Decidió ir a Europa, y en Macedonia fundó la primera Iglesia
cristiana europea: la comunidad de Filipos.137 Después de sufrir azotes con
varas y prisión a manos de pretores romanos en Filipos (Hch 16:16-40), Pablo
pasó a Tesalónica (Hch 17:1) donde tuvo una corta estadía destinada a la
evangelización, matizada por sus controversias con los judíos.
La hostilidad de Tesalónica parece haber torcido la idea
inicial de Pablo que, según los autores, sería la de dirigirse a Roma, capital
del Imperio. Así lo indicaría el hecho de que Pablo transitó la reconocida Vía
Egnatia hasta que, luego de Tesalónica, cambió el rumbo para adentrarse más en
Grecia. En efecto, la estancia en Tesalónica finalizó con la huida de Pablo a
Berea (Hch 17:10) y su posterior viaje a Atenas (Hch 17:15), donde intentó
infructuosamente atrapar la atención de los atenienses, famosos por su avidez
de novedades, con un discurso en el Areópago sobre el evangelio de Jesús
resucitado (Hch 17:22-32). De allí se dirigió a Corinto, donde permaneció
durante un año y medio (Hch 18:11), acogido por Aquila y Priscila (Hch 18:1-3),
un matrimonio judeo-cristiano que había sido expulsado de Roma debido al edicto
del emperador Claudio, y que se convertirían en amigos entrañables de Pablo.
Durante su estadía en Éfeso, Pablo fue conducido ante el tribunal de Galión,
procónsul de Acaya (Hch 18:12-17). Se trata de Lucio Junio Galión Éneo, hermano
mayor del filósofo Séneca, cuyo mandato se menciona en la llamada inscripción
de Delfos, una evidencia epigráfica que originalmente se hallaba en el templo
de Apolo, descubierta en Delfos (Grecia) en el año 1905. Desde el punto de
vista histórico, esta prueba es considerada clave y segura, y permite datar de
los años 50 a 51 la presencia de Pablo en Corinto. En el año 51, Pablo redactó
la Primera epístola a los tesalonicenses, el documento más antiguo del Nuevo
Testamento. Al año siguiente volvió a Antioquía.
Tercer
viaje
El tercer viaje de Pablo fue sin dudas complejo, y enmarcó
su misión más sufrida, por varias razones. Esta etapa incluyó la experiencia de
una muy fuerte oposición (“fieras”, 1Co 15:32; “muchos adversarios”, 1Co
16:8-9) y de tribulaciones (con probable prisión) que llegaron a “abrumar” al
Apóstol (2Co 1:8-9), además de verse jalonada por las crisis que sacudieron las
comunidades de Galacia y de Corinto y que motivaron la intervención de Pablo y
de su equipo, a través de sendas epístolas suyas y de visitas personales. Sin
embargo, a la postre fue una de las misiones más fecundas. Tradicionalmente
esta etapa se data de los años 54 a 57, en tanto que las posturas revisionistas
tienden a ubicarla entre los años 51 y 54. En esa etapa de su vida, Pablo
escribió buena parte de su obra epistolar.
Desde Antioquía, Pablo pasó por el norte de Galacia y Frigia
«para confirmar a todos los discípulos» que había allí (Hch 18:23) y siguió
hasta Éfeso, capital de Asia Menor, donde fijó su nueva sede de misión, y desde
donde evangelizó toda el área de influencia acompañado por el equipo que
dirigía.
Primero se dirigió a los judíos en la sinagoga pero, como
luego de tres meses seguían manifestándose incrédulos, comenzó a impartir sus
enseñanzas en la “escuela de Tirano” (Hch 19:8-10). No se dispone de más
información sobre esta “escuela”. Sin embargo, esta breve noticia se considera
verídica, aún por parte de quienes asumen una actitud de desconfianza ante el
libro de los Hechos de los Apóstoles (por ejemplo Helmut Köester, discípulo de
Bultmann, Bornkamm y Käsemann). Algunos conjeturan que se trataría de una
escuela de retórica que alquilaba el local a Pablo en las horas libres. El
texto occidental (códice de Beza) indica que Pablo enseñaba allí desde las 11
de la mañana hasta las 4 de la tarde (“desde la hora quinta hasta la décima”).
Si esta noticia es cierta, podría tratarse de una forma temprana de catequesis,
efectuada de modo regular. Pero según Vidal, es posible que la enseñanza diaria
de Pablo en “la escuela de Tirano” apuntara a una especie de escuela teológica
paulina en esa ciudad, lugar de estudio de temas relacionados con la interpretación
de la Escritura.
Poco después de llegar a Efeso, Pablo habría escrito su
carta a las iglesias de Galacia, motivada por las pretensiones de unos
misioneros judaizantes opositores del Apóstol, que exigían la circuncisión a
los cristianos gálatas de origen gentil. Tanto la carta, un manifiesto de la
libertad cristiana para oponerse a la tentativa de judaización de aquellas
Iglesias, como su portador Tito, tuvieron éxito al lograr la conservación de la
identidad paulina de las comunidades de Galacia.
También en esta etapa llegaron a oídos de Pablo noticias
sobre graves problemas surgidos en la Iglesia de Corinto: formación de
facciones dentro de la comunidad, animadversión contra el propio Pablo,
escándalos, y problemas doctrinales diversos, de todo lo cual se tiene noticias
únicamente por sus cartas. Pablo les escribió por lo menos cuatro epístolas. De
ellas se conservaron hasta hoy las dos conocidas, probables resultantes de la
fusión por parte de un recopilador, quizá a fines del siglo I, de los
originales fragmentados de cuatro. Las primeras dos cartas, hoy probablemente
fusionadas en la que conocemos como Primera epístola a los corintios,
constituyeron serias advertencias a esa comunidad contra las dramáticas
divisiones dentro de la misma (1Co 1:10-4:21), al igual que contra algunos
casos escandalosos, como el de la unión conyugal incestuosa (1Co 5:1-13) y la
práctica de la prostitución (1Co 6:12-20). Los problemas con esta comunidad
continuaron, fomentados por unos misioneros enfrentados con el equipo paulino.
Esto dio ocasión a la tercera carta, representada hoy por el fragmento de 2 Co
2:14–7:4.154 Entre la tercera y la cuarta carta, Pablo se dirigió a Corinto en
la que constituyó una visita dolorosa: se encontró con una Iglesia levantada
contra él, que incluso lo agravió públicamente. A su vuelta a Éfeso, Pablo
escribió la cuarta carta a la comunidad corintia (2 Co 10:1–13:13), conocida
como la Carta de las lágrimas. No se trataba solo de un mensaje apologético de
defensa frente a sus adversarios, sino que estaba cargado de emotividad.
Se considera segura la estadía de Pablo en Éfeso durante 2 o
3 años. Entre los sucesos narrados por los Hechos se cuentan el enfrentamiento
de Pablo con los siete hijos exorcistas de un sacerdote judío y la llamada “revuelta
de los plateros”, una sublevación hostil provocada por un tal Demetrio y
secundada por otros orfebres consagrados a la diosa Artemisa. La prédica de
Pablo habría irritado a Demetrio, quien fabricaba pequeños santuarios de plata
copiando el de Artemis de Éfeso, con no pocas ganancias para él.
“Compañeros, vosotros sabéis que a esta industria debemos el
bienestar; pero estáis viendo y oyendo decir que no solamente en Éfeso, sino en
casi toda el Asia, ese Pablo persuade y aparta a mucha gente, diciendo que no
son dioses los que se fabrican con las manos. Y esto no solamente trae el
peligro de que nuestra profesión caiga en descrédito, sino también de que el
templo de la gran diosa Artemisa sea tenido en nada y venga a ser despojada de
su grandeza aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra.” Palabras de
Demetrio, según Hch 19:25-27
El tono del relato de los Hechos y el cuadro que describe es
diferente del de las epístolas paulinas, por lo cual algunos estudiosos no
están seguros de su historicidad. En cambio otros, aun señalando la ausencia de
estas noticias en los escritos de Pablo, encuentran en sus cartas posibles
alusiones a la tumultuosa estancia del Apóstol en Éfeso. Las dificultades que
Pablo habría padecido en Éfeso sugieren que el Apóstol podría haber sufrido
prisión allí. Esta posibilidad es importante no solo como hecho biográfico,
sino además a la hora de datar el tiempo y lugar en que Pablo escribió su
Epístola a los filipenses y la Epístola a Filemón, cuyas redacciones en el
decir del propio Apóstol tuvieron lugar mientras estaba prisionero (Flp
1:12-14; Fil 8-13).
No se puede aseverar si, luego de su estancia en Éfeso,
Pablo marchó inmediatamente a Corinto o pasó de Macedonia al Ilírico, por vez
primera, para girar una breve visita de evangelización (Rom 15:19). En cualquier
caso, Pablo llegó a Corinto, en la que probablemente sería su tercera visita a
aquella ciudad. Permaneció tres meses en Acaya (Hch 20:2-3; 1Co 16:5-6; 2Co
1:16).
En aquella época Pablo escribió la que, según la mayoría de
los especialistas, fue la última carta de su autoría que se conserva: la
Epístola a los romanos, datada de los años 55 a 58. Esta carta es el testimonio
más antiguo de la existencia de la comunidad cristiana de Roma, y su nivel de
importancia es tal que Bornkamm llega a referirse a ella como “el testamento de
Pablo”. Pablo señala entonces su proyecto de visitar Roma (Rom 15:22-24) y
desde allí marchar a España y el Occidente.
Entre tanto, Pablo venía pensando en regresar a Jerusalén.
En ese tiempo procuró que sus iglesias gentiles realizaran una colecta para los
pobres de Jerusalén. Cuando ya había decidido embarcarse en Corinto con rumbo a
Siria, algunos judíos tramaron contra él una conjura y Pablo resolvió regresar
por tierra, a través de Macedonia (Hch 20:3). Acompañado por algunos discípulos
de Berea, Tesalónica, Derbe y Efeso, Pablo se embarcó en Filipos hacia Tróade
(Hch 20:4-6), pasando luego por Aso y Mitilene (Hch 20:13-14). Bordeando la
costa de Asia Menor, navegó desde la isla de Quíos a la isla de Samos y luego a
Mileto, donde pronunció un importante discurso a los ancianos de la Iglesia de
Efeso convocados allí (Hch 20:17-35). Luego navegó hasta la isla de Cos, Rodas,
Patara de Licia (Hch 21:1-3), Tiro de Fenicia (Hch 21:1-3), Tolemaida y Cesarea
Marítima (Hch 21:7-8). Por tierra llegó a Jerusalén, donde habría logrado
entregar la colecta que tan arduamente había reunido.
Se sabe por la Epístola Rom 15 que Pablo veía con cierta
preocupación su retorno a Jerusalén, tanto por la posibilidad de ser perseguido
por los judíos como por la reacción que pudiera tener la comunidad de Jerusalén
hacia su persona y hacia la colecta realizada por las comunidades que él había
fundado. Llamativamente, los Hechos de los Apóstoles no comentan la entrega de
la colecta, lo que podría ser indicio de un final conflictivo en el cual Pablo
no alcanzó a disolver los recelos que aún perduraban en la comunidad de
Jerusalén respecto de su predicación.