lunes, 20 de mayo de 2013

VIAJES DE SAN PABLO



VIAJES PAULINOS

A partir del año 46 comienzan los tres grandes viajes misioneros de Pablo, que el revisionismo moderno interpreta se iniciaron con anterioridad, después del año 37. Los tres viajes son en realidad una clasificación con fines didácticos.

Pablo hacía generalmente sus viajes a pie (2 Co 11:26). El esfuerzo realizado por Pablo de Tarso en sus viajes es digno de mención. Si se cuenta únicamente el número de kilómetros de los tres viajes por Asia Menor, se puede dar el siguiente resultado, según Josef Holzner

A lo anterior habría que añadir los viajes por tierras de Europa y por mar, los caminos difíciles, las diferencias de altitud, etc. De una forma muy vívida, Pablo mismo describió en el pasaje siguiente lo que estos viajes implicaron:

En peligros de muerte he estado muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez fui apedreado; tres veces padecí naufragio; un día y una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en la ciudad; peligros en despoblado; peligros en el mar; peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?

En efecto, como viajero desprotegido de toda escolta, sería víctima fácil de bandidos, en particular en zonas rurales poco frecuentadas. Los viajes marítimos no eran más seguros: los vientos podían ser de ayuda proa al este, pero era peligroso poner rumbo a poniente y los naufragios eran frecuentes en cualquier sentido. Aún en las grandes ciudades greco-romanas como Éfeso, Pablo no dejaba de ser un judío, posiblemente con un zurrón al hombro, queriendo cuestionar toda la cultura en nombre de quien había sido considerado un criminal crucificado. Ni aun los “suyos” (los de su “clase”, “raza” o “estirpe”, es decir, los judíos) dejaban de sancionarlo. Finalmente, su labor ni siquiera finalizaba luego de predicar el evangelio de Jesucristo o conformar una comunidad.

El teólogo protestante alemán Gustav Adolf Deissmann enfatizó el punto al comentar que sentía “indecible admiración” a vista del esfuerzo puramente físico de Pablo, que con toda razón podía decir de sí mismo que “azotaba su cuerpo y lo domaba como a un esclavo” (1Co 9:27).

Primer viaje
Enviados por la Iglesia antioquena, Bernabé y Pablo partieron en el primer viaje misional (Hch 13-14), acompañados por Juan Marcos, primo de Bernabé que oficiaba de auxiliar. Del relato surge que Bernabé habría dirigido la misión en sus inicios. Zarparon de Seleucia, puerto de Antioquía ubicado a 25 km de la ciudad, hacia la isla de Chipre, patria de Bernabé (Hch 4:36). Atravesaron la isla desde Salamina en la costa oriental de Chipre, hasta Pafos en la costa occidental.

En Pafos, Pablo logró un converso ilustre en la persona del procónsul romano Sergio Paulo (Hch 13:7-12). En su séquito se hallaba el mago Elimas, que procuró apartar al procónsul de la fe. Pablo lo llamó “repleto de todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo y enemigo de toda justicia”, y dejó a Elimas ciego. Viendo lo ocurrido, el procónsul creyó. Desde Pafos los misioneros navegaron hacia Perge, en la región de Panfilia, en la costa sur del Asia Menor central. Es aquí donde el relato de los Hechos de los Apóstoles comienza a llamar a Saulo con su nombre romano Pablo, quien en adelante encabeza la misión. En esta etapa los dejó Juan Marcos para regresar a Jerusalén, con gran disgusto de Pablo como se indica más adelante (Hch 15:38).

Pablo y Bernabé continuaron viaje tierra adentro, hacia la Anatolia centro-meridional, tocando las ciudades del sur de Galacia: Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe. La norma constante en Pablo, tal como la presenta los Hechos, era la de predicar primero a los judíos a quienes suponía más preparados para recibir el mensaje. El relato de los Hechos muestra también la oposición activa que hacían «los de su raza» al anuncio evangélico. Ante la resistencia abierta que le opusieron manifestó su intención de dirigirse en adelante a los gentiles (Hch 14:48-50). Los paganos comenzaron a acogerlo gozosamente. Pablo y Bernabé deshicieron el camino desde Derbe, por Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, hasta Perge; embarcaron en Atalía con dirección a Antioquía de Siria, donde Pablo pasó algún tiempo con los cristianos (Hch 14:28).

Si bien las epístolas auténticas de Pablo no brindan ninguna información sobre este primer viaje, mencionan en cambio que predicó a los gentiles con antelación al concilio de Jerusalén y que sufrió una lapidación, la cual tendría correspondencia con la que padeció en Listra, según los Hechos.

Segundo viaje
En el segundo viaje misionero Pablo se hizo acompañar por Silas. Partieron de Antioquia y, atravesando las tierras de Siria y Cilicia, alcanzaron Derbe y Listra, ciudades del sur de Galacia. En Listra se les unió Timoteo (Hch 16:1-3). Luego, a través de Frigia, se encaminó hacia el norte de Galacia, donde fundó nuevas comunidades. Por la Epístola a los gálatas se sabe que Pablo enfermó mientras atravesaba Galacia y que, durante esa estadía no planificada, gracias a su predicación surgieron allí las comunidades gálatas (Ga 4:13-20). No pudiendo proseguir hacia Bitinia, partió de Galacia hacia Misia y Tróade, donde se presume se le unió Lucas.

Decidió ir a Europa, y en Macedonia fundó la primera Iglesia cristiana europea: la comunidad de Filipos.137 Después de sufrir azotes con varas y prisión a manos de pretores romanos en Filipos (Hch 16:16-40), Pablo pasó a Tesalónica (Hch 17:1) donde tuvo una corta estadía destinada a la evangelización, matizada por sus controversias con los judíos.

La hostilidad de Tesalónica parece haber torcido la idea inicial de Pablo que, según los autores, sería la de dirigirse a Roma, capital del Imperio. Así lo indicaría el hecho de que Pablo transitó la reconocida Vía Egnatia hasta que, luego de Tesalónica, cambió el rumbo para adentrarse más en Grecia. En efecto, la estancia en Tesalónica finalizó con la huida de Pablo a Berea (Hch 17:10) y su posterior viaje a Atenas (Hch 17:15), donde intentó infructuosamente atrapar la atención de los atenienses, famosos por su avidez de novedades, con un discurso en el Areópago sobre el evangelio de Jesús resucitado (Hch 17:22-32). De allí se dirigió a Corinto, donde permaneció durante un año y medio (Hch 18:11), acogido por Aquila y Priscila (Hch 18:1-3), un matrimonio judeo-cristiano que había sido expulsado de Roma debido al edicto del emperador Claudio, y que se convertirían en amigos entrañables de Pablo. Durante su estadía en Éfeso, Pablo fue conducido ante el tribunal de Galión, procónsul de Acaya (Hch 18:12-17). Se trata de Lucio Junio Galión Éneo, hermano mayor del filósofo Séneca, cuyo mandato se menciona en la llamada inscripción de Delfos, una evidencia epigráfica que originalmente se hallaba en el templo de Apolo, descubierta en Delfos (Grecia) en el año 1905. Desde el punto de vista histórico, esta prueba es considerada clave y segura, y permite datar de los años 50 a 51 la presencia de Pablo en Corinto. En el año 51, Pablo redactó la Primera epístola a los tesalonicenses, el documento más antiguo del Nuevo Testamento. Al año siguiente volvió a Antioquía.

Tercer viaje
El tercer viaje de Pablo fue sin dudas complejo, y enmarcó su misión más sufrida, por varias razones. Esta etapa incluyó la experiencia de una muy fuerte oposición (“fieras”, 1Co 15:32; “muchos adversarios”, 1Co 16:8-9) y de tribulaciones (con probable prisión) que llegaron a “abrumar” al Apóstol (2Co 1:8-9), además de verse jalonada por las crisis que sacudieron las comunidades de Galacia y de Corinto y que motivaron la intervención de Pablo y de su equipo, a través de sendas epístolas suyas y de visitas personales. Sin embargo, a la postre fue una de las misiones más fecundas. Tradicionalmente esta etapa se data de los años 54 a 57, en tanto que las posturas revisionistas tienden a ubicarla entre los años 51 y 54. En esa etapa de su vida, Pablo escribió buena parte de su obra epistolar.

Desde Antioquía, Pablo pasó por el norte de Galacia y Frigia «para confirmar a todos los discípulos» que había allí (Hch 18:23) y siguió hasta Éfeso, capital de Asia Menor, donde fijó su nueva sede de misión, y desde donde evangelizó toda el área de influencia acompañado por el equipo que dirigía.

Primero se dirigió a los judíos en la sinagoga pero, como luego de tres meses seguían manifestándose incrédulos, comenzó a impartir sus enseñanzas en la “escuela de Tirano” (Hch 19:8-10). No se dispone de más información sobre esta “escuela”. Sin embargo, esta breve noticia se considera verídica, aún por parte de quienes asumen una actitud de desconfianza ante el libro de los Hechos de los Apóstoles (por ejemplo Helmut Köester, discípulo de Bultmann, Bornkamm y Käsemann). Algunos conjeturan que se trataría de una escuela de retórica que alquilaba el local a Pablo en las horas libres. El texto occidental (códice de Beza) indica que Pablo enseñaba allí desde las 11 de la mañana hasta las 4 de la tarde (“desde la hora quinta hasta la décima”). Si esta noticia es cierta, podría tratarse de una forma temprana de catequesis, efectuada de modo regular. Pero según Vidal, es posible que la enseñanza diaria de Pablo en “la escuela de Tirano” apuntara a una especie de escuela teológica paulina en esa ciudad, lugar de estudio de temas relacionados con la interpretación de la Escritura.

Poco después de llegar a Efeso, Pablo habría escrito su carta a las iglesias de Galacia, motivada por las pretensiones de unos misioneros judaizantes opositores del Apóstol, que exigían la circuncisión a los cristianos gálatas de origen gentil. Tanto la carta, un manifiesto de la libertad cristiana para oponerse a la tentativa de judaización de aquellas Iglesias, como su portador Tito, tuvieron éxito al lograr la conservación de la identidad paulina de las comunidades de Galacia.

También en esta etapa llegaron a oídos de Pablo noticias sobre graves problemas surgidos en la Iglesia de Corinto: formación de facciones dentro de la comunidad, animadversión contra el propio Pablo, escándalos, y problemas doctrinales diversos, de todo lo cual se tiene noticias únicamente por sus cartas. Pablo les escribió por lo menos cuatro epístolas. De ellas se conservaron hasta hoy las dos conocidas, probables resultantes de la fusión por parte de un recopilador, quizá a fines del siglo I, de los originales fragmentados de cuatro. Las primeras dos cartas, hoy probablemente fusionadas en la que conocemos como Primera epístola a los corintios, constituyeron serias advertencias a esa comunidad contra las dramáticas divisiones dentro de la misma (1Co 1:10-4:21), al igual que contra algunos casos escandalosos, como el de la unión conyugal incestuosa (1Co 5:1-13) y la práctica de la prostitución (1Co 6:12-20). Los problemas con esta comunidad continuaron, fomentados por unos misioneros enfrentados con el equipo paulino. Esto dio ocasión a la tercera carta, representada hoy por el fragmento de 2 Co 2:14–7:4.154 Entre la tercera y la cuarta carta, Pablo se dirigió a Corinto en la que constituyó una visita dolorosa: se encontró con una Iglesia levantada contra él, que incluso lo agravió públicamente. A su vuelta a Éfeso, Pablo escribió la cuarta carta a la comunidad corintia (2 Co 10:1–13:13), conocida como la Carta de las lágrimas. No se trataba solo de un mensaje apologético de defensa frente a sus adversarios, sino que estaba cargado de emotividad.

Se considera segura la estadía de Pablo en Éfeso durante 2 o 3 años. Entre los sucesos narrados por los Hechos se cuentan el enfrentamiento de Pablo con los siete hijos exorcistas de un sacerdote judío y la llamada “revuelta de los plateros”, una sublevación hostil provocada por un tal Demetrio y secundada por otros orfebres consagrados a la diosa Artemisa. La prédica de Pablo habría irritado a Demetrio, quien fabricaba pequeños santuarios de plata copiando el de Artemis de Éfeso, con no pocas ganancias para él.

“Compañeros, vosotros sabéis que a esta industria debemos el bienestar; pero estáis viendo y oyendo decir que no solamente en Éfeso, sino en casi toda el Asia, ese Pablo persuade y aparta a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se fabrican con las manos. Y esto no solamente trae el peligro de que nuestra profesión caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea tenido en nada y venga a ser despojada de su grandeza aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra.” Palabras de Demetrio, según Hch 19:25-27

El tono del relato de los Hechos y el cuadro que describe es diferente del de las epístolas paulinas, por lo cual algunos estudiosos no están seguros de su historicidad. En cambio otros, aun señalando la ausencia de estas noticias en los escritos de Pablo, encuentran en sus cartas posibles alusiones a la tumultuosa estancia del Apóstol en Éfeso. Las dificultades que Pablo habría padecido en Éfeso sugieren que el Apóstol podría haber sufrido prisión allí. Esta posibilidad es importante no solo como hecho biográfico, sino además a la hora de datar el tiempo y lugar en que Pablo escribió su Epístola a los filipenses y la Epístola a Filemón, cuyas redacciones en el decir del propio Apóstol tuvieron lugar mientras estaba prisionero (Flp 1:12-14; Fil 8-13).

No se puede aseverar si, luego de su estancia en Éfeso, Pablo marchó inmediatamente a Corinto o pasó de Macedonia al Ilírico, por vez primera, para girar una breve visita de evangelización (Rom 15:19). En cualquier caso, Pablo llegó a Corinto, en la que probablemente sería su tercera visita a aquella ciudad. Permaneció tres meses en Acaya (Hch 20:2-3; 1Co 16:5-6; 2Co 1:16).

En aquella época Pablo escribió la que, según la mayoría de los especialistas, fue la última carta de su autoría que se conserva: la Epístola a los romanos, datada de los años 55 a 58. Esta carta es el testimonio más antiguo de la existencia de la comunidad cristiana de Roma, y su nivel de importancia es tal que Bornkamm llega a referirse a ella como “el testamento de Pablo”. Pablo señala entonces su proyecto de visitar Roma (Rom 15:22-24) y desde allí marchar a España y el Occidente.

Entre tanto, Pablo venía pensando en regresar a Jerusalén. En ese tiempo procuró que sus iglesias gentiles realizaran una colecta para los pobres de Jerusalén. Cuando ya había decidido embarcarse en Corinto con rumbo a Siria, algunos judíos tramaron contra él una conjura y Pablo resolvió regresar por tierra, a través de Macedonia (Hch 20:3). Acompañado por algunos discípulos de Berea, Tesalónica, Derbe y Efeso, Pablo se embarcó en Filipos hacia Tróade (Hch 20:4-6), pasando luego por Aso y Mitilene (Hch 20:13-14). Bordeando la costa de Asia Menor, navegó desde la isla de Quíos a la isla de Samos y luego a Mileto, donde pronunció un importante discurso a los ancianos de la Iglesia de Efeso convocados allí (Hch 20:17-35). Luego navegó hasta la isla de Cos, Rodas, Patara de Licia (Hch 21:1-3), Tiro de Fenicia (Hch 21:1-3), Tolemaida y Cesarea Marítima (Hch 21:7-8). Por tierra llegó a Jerusalén, donde habría logrado entregar la colecta que tan arduamente había reunido.

Se sabe por la Epístola Rom 15 que Pablo veía con cierta preocupación su retorno a Jerusalén, tanto por la posibilidad de ser perseguido por los judíos como por la reacción que pudiera tener la comunidad de Jerusalén hacia su persona y hacia la colecta realizada por las comunidades que él había fundado. Llamativamente, los Hechos de los Apóstoles no comentan la entrega de la colecta, lo que podría ser indicio de un final conflictivo en el cual Pablo no alcanzó a disolver los recelos que aún perduraban en la comunidad de Jerusalén respecto de su predicación.

lunes, 13 de mayo de 2013

La Tumba de Pablo


LA TUMBA DE SAN PABLO

Pablo llegó a Roma en el año 61, para ser juzgado por el tribunal romano que lo condenó a muerte por ser cristiano; la sentencia se llevó a cabo en una localidad llamada "Aquas Salvias", cerca de Roma. Después a este lugar se le llamó "Las Tres Fuentes", haciendo alusión a los tres chorros de agua que brotaron cuando la cabeza degollada rebotó tres veces en la tierra. El cuerpo de San Pablo fue sepultado a más o menos tres kilómetros del lugar del martirio, en el área sepulcral que la cristiana Luciana poseía en la Vía Ostiense y que formaba parte de una necrópolis ya existente. La sepultura del apóstol Pablo e un cementerio romano, aunque era cristiano, fue posible por su ciudadanía romana. Su tumba fue inmediatamente objeto de veneración; se construyó sobre ella una cella memoriae (una especie de templete), a la cual, durante los siglos de persecución, los fieles y los peregrinos, se dirigían para orar.

Un sarcófago que podría contener los restos de San Pablo fue identificado exactamente bajo el epígrafe “Paulo apostolo mart” que está siempre visible en la base del altar de la Basílica San Pablo de Extramuros de Roma.

Giorgio Filippi, un arqueólogo especialista que trabaja para los Museos Vaticanos y dirigió el equipo a cargo de las excavaciones, declaró al diario italiano Avvenire que “hemos descubierto un sarcófago o contenedor de reliquias. En el año 390 se sabía que los restos eran del apóstol Pablo, es decir, en la época de la ampliación de la Basílica constantina por parte de los emperadores Teodosio, Valentiniano II y Arcadio”.

El sarcófago tiene un agujero que permite “comunicar” las reliquias con el altar. Bastaría remover la “tapa” para introducir una microcámara.  Pero por el momento Filippi opina que el “descubrimiento es suficiente”.

¿Se abrirá el sarcófago?

Según el cardenal Lanza Montezemolo, sólo el Papa puede decidir la apertura del sarcófago y aún no se ha expresado sobre esto. La apertura del sarcófago podría desvelar nuevos misterios de la tradición cristiana pues se desconoce si también se encuentra bajo la basílica la cabeza de San Pablo, que fue decapitado en el año 65 por orden de Nerón.

La Basílica de San Pablo Extramuros es, después de San Pedro, la iglesia más grande de Roma y surgió en la primera mitad del siglo IV por voluntad del emperador Constantino, en el lugar donde se indica la tumba del apóstol. Fue reconstruida varias veces, la última fue en 1823, tras un incendio, y es la que se conserva actualmente y contienen los retratos de todos los papas de la historia de la Iglesia católica, comenzando por San Pedro.